16 de agosto de 2008

Un día de estos me voy a tirar en el área y el árbitro va a cobrar penal.
Un día de estos me van a hacer un penal y el árbitro lo va a cobrar.
Un día de estos voy a empujar al defensor para cabecear en el área. Voy a hacer el gol y el árbitro no va a cobrar falta.
Un día de estos le voy a pegar una patada en la canilla a un referí. Y le voy a preguntar si le duele tanto como a mi cuando me pegan y no cobra.
Y te juro, que un día de estos voy a volver a hacer un gol.

28 de junio de 2008

Si como dijo Eduardo Galeano el gol es el orgasmo del fútbol, hoy estuve a punto a tener sexo. Pero “la dama más cruel” pegó en el travesaño y picó afuera. Y eso que la traté bien: le hice unos mimos con la derecha y la acaricié con la zurda. Una lástima. Otra vez será.

19 de junio de 2008

Te juro que un día de estos voy a tirar un centro y la voy a colgar de un ángulo.

La despedida

La sobremesa se había extendido más de la cuenta. Sobre el tablón, un cementerio de huesos de cordero, pedazos de pan, botellas vacías, vasos sucios, platos y cubiertos grasientos. Por primera vez en la noche nadie hablaba.
“A que son o y cuarto o menos cuarto” -rompió el silencio el Ñato desde la cabecera que daba a la ventana de la calle. El Ruso, sentado enfrente, achinó los ojos y le preguntó mientras el resto de los presentes lo miró sin entender a dónde quería llegar: “¿Qué decís?”.
- Que tengo una teoría sobre los silencios que se hacen en reuniones como esta -comenzó a explicar el Ñato atrayendo la atención de todos-. Cada vez que se produce un silencio como el de recién si miran el reloj son o y cuarto o menos cuarto. Ahora, por ejemplo, son la una y cuarto, ven-, sentenció con tono casi académico mientras señalaba con el dedo índice de la mano derecha el reloj pulsera que tenía en la izquierda.
- ¿No probaste con ponerla? -le preguntó el Ruso mientras algunos miraban sus relojes.
- Con tu señora a las menos cuarto -contestó rápido el Ñato.
- A la Rusa no le aguantás ni uno -le respondió el Ruso. Esa respuesta hizo que el Teto, bastante cargado ya, pegara un grito: “Eeeeessooooo”.
- Y, ¿qué hacemos? ¿Vamos al boliche? -interrumpió el cruce de palabras el Nico mirando hacia dónde estaban Luis y el Ñato.
- No se... yo no tengo permiso -se atajó Luis mientras se servía el último resto de vino que quedaba en la damajuana. El Ñato lo miró al Nico con cara de no creer lo que acababa de escuchar. Se mordió los labios, señaló a Luis con el mentón y movió la cabeza de un lado para otro.
- Bueno, vamos al boliche -propuso el Ñato alzando la voz para que todos escucharan.
- No tarao, al boliche no. Mejor vamos al cabaret -gritó el Teto poniéndose de pie y levantando el vaso de cerveza por sobre la cabeza como pidiendo un brindis.- Sí, vamos al cabaret. Mi jermu dijo que capaz que salía a dar una vuelta. Si ve los autos en el boliche capaz que se baja. Mejor vamos a visitar a las chicas -opinó el Topo haciendo unos pasos de baile.
- Sí, dale, vamos al cabarulo, que este no fue nunca -arengó el Gordo señalando con la mano hacia donde estaba el Chispa. Si no lo llevamos ahora no va nunca más -aseveró.
El Chispa, desnudo y mojado, los miraba desde la punta de la mesa, al ladito de la parrilla donde todavía quedaban algunas brasas.
- Loco decidan rápido porque hace frío -suplicó temblando como una hoja y tapándose los genitales con las dos manos.
- Jodete por casarte pelotudo -le dijo el Teto y le pegó una cachetada en la nuca.
- ¡Ahora vamos a tener señora todos! ¡Se casa el bolsa de aspas! -gritó a viva voz el Ñato. Eso hizo que dos o tres lo acompañaran con varios alaridos y algún chiflido.
El griterío hizo que el gato negro que estaba al costado de la parrilla se asustara y dejara, por un momento, de comer unos pedazos de carne asada que le había cortado el Ruso.
- Bueno, vamos. ¿Quién viene conmigo? -los invitó el Ñato.
- Fito ¿vos no vas tarao? -le preguntó el Teto.
- No. Me quedo. Tengo que madrugar -respondió el Fito, agachando la cabeza como si sintiera algo de vergüenza.
- Dale tarao, dejate de joder, vamos un rato nada más. Todos tenemos que laburar mañana temprano -insistió el Teto. No, no voy. Vayan ustedes -reiteró con más firmeza esta vez haciendo una seña con la mano.
- Pero dejalo, dejalo -intercedió el Nico. El problema es que no lo dejan…
- Que feo eso, la verdad muy feo… -comentó José desde el otro lado de mesa.
- ¡Che, Fito! -le gritó el Gordo, -cuando llegues a tu casa tirá un cascote arriba del techo… por las dudas viste… así avisas que llegaste -lo cargó.

En el auto del Ruso subieron Nico, Chispa, Teto y José. Con el Ñato iban el Gordo, Luis y el Negro.
Unos 20 minutos más tarde los dos autos estacionaron frente a La Chicho Show. Después de pichulear la entrada con el argumento de que era la despedida de soltero de un amigo los nueve se mandaron adentro.
- Uuuyy, mirá quien está allá -le dijo el Ñato al Gordo señalando para la barra.
- ¿Dónde?, ¿quién? -preguntó apurado mientras cabeceaba buscando a algún conocido.
- El canoso aquel. El pelo blanco. Fijate que es Leslie Nielsen, el de la Pistola Desnuda.
- Es muy buena esa. Es igual, loco.
- Se parece a Boris Yeltsin también.
- Si es parecido. Pero ¿sabés quién es?
- No.
- El viejo Mayona, boludo.
- Pero… ¿qué hace Mayona acá?
- Es cabaretero viejo. Me habían dicho que siempre se daba una vuelta. Dicen que se toma un par de wiskies y se va adobado pa’ las casas.
- Es infernal loco, in-fer-nal- los interrumpió José mirando obnubilado hacia uno de los rincones del cabaret.
- ¿El qué es infernal?- le preguntó el Gordo.
- Eso- le señaló con un movimiento de cabeza.
Una brasilera contorneaba su figura al lado de una máquina que emitía música si se le ponía una moneda de un peso. La negra movía las caderas de un lado para otro revoleando su amplio trasero. Tenía un camisón blanco transparente que dejaba ver un conjunto de ropa interior rojo. Su piel morena brillaba al reflejo de las tenues luces. Era imposible no posar los ojos un rato en su exuberante cuerpo que desbordaba sensualidad. Como lobos hambrientos la rodeaban seis o siete tipos.

El Chispa y el Teto se habían alejado unos metros del grupo. Miraban para todos lados mientras compartían una cerveza.
- Che tarao es cierto que es la primera vez que estás en un cabaret -lo interrogó el Teto.
- Si loco, es la primera vez- respondió el Chispa.
- ¿Y? ¿vas a pasar con una de las chicas? -le preguntó.
- Ni en pedo -negó el Chispa.
- Dale tarao, no te hagas rogar -le suplicó mientras le agarraba el codo-, mirá que el Nico anda diciendo que van a pagarte un pase.
- No, déjense de joder -se enojó el Chispa haciendo un movimiento con el brazo para soltarse.
- Tomá -le dijo el Teto y le apoyó la botella de cerveza en el pecho. Agarrá coraje.
- Vengan loco, vengan. Hagamos una vaquita. Ponemos cinco cada uno y le pagamos un pase al Chispa –los interrumpió entusiasmado el Nico.
- Yo pongo plata si pasa con la viejita esa -contestó el Gordo señalando para dónde había unos sillones de cuerina marrón oscuro.
- Es fehaciente… -dictaminó el Nico.
- ¡Que pedazo de hijo de puta que sos! -replicó el Gordo.
- Ah yo soy el hijo de puta. Y el que se la quiere garchar sos vos -le contestó el Nico.
- No, yo quiero que pase el Chispa -insistió el Gordo.
- Mejor decile que se la chupe. Fijate que no tiene dientes, no le va a raspar -terció el Ruso antes de soltar una carcajada.
- Si es cierto si parece Mamá Cora -la completó el Nico.
- No loco, déjense de joder… -balbuceó el Chispa con la intención de que sus amigos no lo hagan pasar.
- ¡Dejate de joder! Es el regalo de casamiento que te hacen tus amigos. ¿Lo vas a rechazar? -le dijo el Nico con tono amenazante.
-...
- ¡Eeessooooo! -gritó el Teto exaltado a ver que el Chispa no decía nada y parecía que se entregaba a lo que habían decidido entre todos.
- ¿Somos amigos o no somos amigos? -lo interrogó buscando complicidad el Nico a un mudo Chispa.
Antes que pudiera contestar un murmullo atrajo la atención de todos. Como si fuera Isidoro Cañones, el Topo cruzaba la pista abrazado a dos señoritas y se dirigía hacia donde estaba el grupo. Traía a las chicas tomadas de la cintura con una sonrisa de oreja a oreja.
- Chispa, elegí con quién de las dos querés pasar. Elegí, dale, gentileza de tus amigos. Te las presento, ella es Mariela y Cyntia -le dijo el Topo haciéndose el galante y sin dejar de abrazarlas.
El Chispa se puso bordó. Estaba muerto de vergüenza. No levantaba los ojos del piso. No quería ni mirar a las chicas.- Dale, tarao -lo codeó el Teto.
- ¿Les parece? No loco, déjense de joder. Se va a enterar la que te jedi y se va armar un quilombo impresionante- intentó convencer a sus amigos. El Gordo hizo un gesto de desaprobación con la cabeza y en un rápido movimiento puso la palma de la mano derecha para arriba juntó los cinco dedos y mientras hacía movimientos de arriba para abajo le dijo: “Pero mirá que se va a enterar…no seas pajero. ¿A no ser que vos le cuentes? -le contó mirándolo fijo a los ojos.
- Pero dale, no te hagas rogar pedazo de cornudo-, gritó el Negro.
- Bueno basta -se hizo el enojado el Topo-. Yo me llevo a Mariela, así que tejo en compañía de Cyntia...
- Pará pará pará… yo pagué por ver -los interrumpió Luis, que a esa altura ya estaba muy borracho.
- ¿El qué querés ver vos?- le salió al cruce el Negro.
- A mi amigo el Chispa y a la amiga del Topo. A ellos dos quiero ver- respondió Luis.
- No, dejate de joder Luisito. Mejor vamos a tomar algo- lo convenció rápidamente el Gordo y se lo llevó para la barra.
Los amigos desaparecieron rápidamente del lugar y los dejaron solos. El Chispa estaba incómodo y no sabía que hacer. Se miraba la punta de las zapatillas y no quería levantar la vista. Cyntia, muy canchera en este trámite, se le acercó y comenzó a darle charla hasta que se lo llevó para el fondo.
Después de un rato, la barra de amigos aguardaba expectante el desenlace. Algunos estaban parados y otros tirados en los sillones. Todos esperaban que la puerta se abriera y por ella emergiera la figura del Chispa.- ¿Le pagaron simple o completo? -preguntó el Ñato. ¿Hubo media francesa?
- Simple loco, simple. Nos cobró 30 mangos por un polvo de 15 minutos -rezongó el Teto.
- ¿Y por qué mierda tarda tanto? Ya van 25 minutos sino miré mal el reloj -dijo el Ñato al ver que el Chispa no salía.
- Pero que tarao. A que se puso nervioso el boludo y seguro que no se le para -arriesgó una respuesta el Teto, entre risas.
- Que no sea pajero, sino puede que me deje a mi -suplicó el Ruso.
- Mamita, que ganas de ponerla que hay en el ambiente -comentó el Nico pero sin mirar al Ruso ¿Te cortaron los víveres en tu casa? -preguntó buscando la complicidad de los otros.
- Y sí, la bruja está enojada conmigo. No la puedo tocar ni con una caña de dos metros -admitió el Ruso.
- En serio loco ¡cómo tarda! ¿le habrá pasado algo? -insistió el Ñato con tono de preocupación sobre la suerte que estaba corriendo el Chispa.
- Es la primera vez que viene a un cabaret, es la primera vez que pasa con una mina. Es por eso que tarda, tarao- intentó llevar tranquilidad el Teto.
No había terminado de decirlo cuando el picaporte se movió y enseguida la puerta se entreabrió. El Chispa asomó la cabeza y se quedó en esa posición como espiando. Se alcanzaba a ver que estaba con el torso desnudo. Cuando lo vieron aparecer los amigos estallaron de júbilo, hubo gritos, chiflidos y algún aplauso.
El Chispa fijó la vista en el grupo de amigos, esperó que se haga un poco de silencio y levantando el dedo índice hacia el techo preguntó: “¿Se puede repetir?”.

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