22 de enero de 2010

La cábala

- Pero porque mejor no vamos nosotros. Me estoy cagando de frío- le pidió el Pacu al Negro mientras se frotaba las manos y le echaba aliento a los dedos tratando de que no se le congelen.
- Ya te lo expliqué por teléfono. Giovanni va a venir. Me lo prometió. Además, sin él no podemos hacer nada- le contestó el Negro mirando hacia la esquina por dónde esperaba que llegara su amigo.
- ¿No lo conocés todavía? No va a venir - insistió-. Si la novia no lo deja venir y él le hace caso ¡Es un boludo!- rezongó el Pacu pegando dos o tres saltos cortitos, ahora con las manos en los bolsillos de la campera. El Negro se acomodó el flequillo con la mano derecha y lo miró como para contestarle pero no le salió nada. Es que en el fondo el Pacu tenía razón. A Giovanni la novia lo tenía re dominado y no iba a ser la primera vez que los dejaba plantados. Pero enseguida recordó el motivo por el cual estaban a las 8 de la mañana en la entrada de la biblioteca.
- Si no viene te juro que lo mato- exageró el Negro meneando la cabeza de un lado para el otro.
- Parece que este año va a ver un crimen menos. Ahí viene el pajero- dijo el Pacu señalando con el mentón hacia la plaza.
Giovanni cruzaba la plaza en dirección a la biblioteca. Traía puesto un sacón marrón y una bufanda le cubría el cuello y la mitad de la cara. Cortó camino pisando un cantero. Esquivó unos rosales y llegó a la vereda. Cuando cruzaba la calle, el Pacu le gritó:
- ¡Gio! ¿es cierto lo que me contó el Negro?
- Yo no dije nada- se atajó el Negro.
- No se que te habrá contado. Pero seguro que es mentira- gritó Giovanni apurando el paso.
- Mirá, yo al Negro le creo- le dijo el Pacu mientras lo abrazaba y le pegaba unas palmadas en la espalda.
- ¿Y que te dijo el cornudo este?- lo interrogó.
- Que te cepillas a la bibliotecaria.
- ¡Pero que hijo de puta que sos Negro! La vieja esa tiene más años que un terreno.
- ¿Y eso que tiene que ver?-se río el Pacu-. El Negro dice que te haces tirar la goma por la vieja a cambio de ayudarle a clasificar los libros y revistas que van llegando a la biblioteca.
- Pero no seas boludo- lo cortó Giovanni.
- Bueno, déjense de joder -intercedió el Negro-.Vamos adentro que me estoy cagando de frío- los invitó mientras abría la puerta de la biblioteca.
- ¡Adelante!- les dijo estirando el sonido de la letra a, sosteniendo la puerta con la mano izquierda, mientras con la derecha les iba tocando el culo a la pasada.
- El que toca culo pija quiere- dijo el Pacu levantando un poco la voz y llevándose por delante a Giovanni.
- ¡Cortenlá un poco, loco! Recién entramos y ya nos van a echar a la mierda. Mejor vayan a la mesa aquella - señaló Giovanni- que voy a preguntarle a la vieja en donde están los diarios.
- Ya que está preguntale también sino quiere tirarme un rato la goma a mi…. bueno, eso
si vos no te ponés celoso- le susurró al oído el Negro.
Giovanni hizo de cuenta que no escuchó nada y se fue a buscar a la bibliotecaria. El Negro y el Pacu se sentaron en una mesa de lectura. Miraban de un lado para otro, escudriñando todo. Sentían que no encajaban en un lugar así. A esa hora de la mañana la biblioteca lucía desierta, sólo había una mujer leyendo un libro en una mesa cerquita de dónde estaban ellos.
- Pacu, decime la verdad -lo miró fijo a los ojos el Negro- ¿Es la primera vez que entrás a una biblioteca? ¿No?.
- Me parece que sí. Por lo menos que yo me acuerde debe ser la primera vez- contestó el Pacu con algo de duda- Ahora, vos ¿a cuántas bibliotecas entraste hijo de puta?
- Pero que vas a comparar- contestó el Negro con tono sobrador mientras levantaba las cejas y movía la cabeza hacia atrás- cuando iba a la primaria fuimos a un viaje de estudio a Buenos Aires y nos llevaron a conocer la biblioteca del Congreso, por ejemplo.
- ¡Pero que hijo de puta que sos!- lo insultó el Pacu moviendo la cabeza de un lado para otro.
Desde donde estaban sentados se lo podía ver a Giovanni charlando animadamente con la bibliotecaria. Una cincuentona acartonada que escondía parte del rostro detrás de unos lentes culo de botella de marcos negros. Tenía siempre el pelo de color negro azabache atado. Lo sostenía con una hebilla plástica también de color oscuro. En el barrio se comentaba que la "vieja" estaba buena. Algo difícil de comprobar ya que la
ropa amplia que se ponía no dejaba ver nada. Usaba siempre pollera hasta los tobillos, blusa y esas camperitas tejidas a mano. El atuendo únicamente lo cambiaba por el delantal azul que se ponía para ir al trabajo.
- ¿Te parece que todo esto va a dar resultado? - se preguntó descreídamente y en voz alta el Pacu jugando con unos folletos de cursos de lectura que estaban sobre la mesa.
- Que se yo. No me hinches las pelotas. No empeces de nuevo- le rezongó el Negro mirándolo fijamente a los ojos-. No se si irá a funcionar pero algo hay que hacer, loco. Esta vez me parece que vamos a necesitar una ayudita del más allá. Si el domingo los putos esos nos ganan la final tenemos que desaparecer- dramatizó.
- Vos ponele que tengas razón, pero yo mucho no creo en las cábalas y todo eso, porque mejor no vamos y lo cagamos bien a trompadas y listo- sentenció convencido-. O lo amenazamos para que no juegue. Eso lo amenazamos- gritó exaltado.
- Pero no seas boludo, Pacu. El Gato Araya es un enfermo de las cábalas. Cree en todas esas cosas. Es un enfermo el tipo, un loco. Si averiguamos que mierda le pasó el día que se comió los tres goles en el clásico cuando atajaba para Centenario lo ponemos al horno.
- ¿Te parece?
- Si, te lo aseguro- le dijo el Negro mientras apoyaba el dedo índice de la mano derecha en los labios y hacía una cruz-. Te lo juro Pacu. Me contaron que el tipo quedó traumado por lo que le pasó. Estuvo como un año sin atajar hasta que lo convencieron para que volviera.
- ¿Y que le habrá pasado?, preguntó el Pacu buscando con la vista puesta en los ojos del Negro una respuesta.
- La verdad que no se. Anduve averiguando por todos lados pero nadie se acuerda de nada. Y los amigos no quieren decir una palabra. El que pudo averiguar algo fue Gio. Le dijeron que fue por una cábala y que en el diario Las Noticias salió algo ese día.
- Capaz que lo violaron el día anterior- dijo el Pacu y soltó una risotada- Y encima le gustó porque al otro día le metieron tres pepas en el orto- completó buscando complicidad con su amigo.
- No creo porque puto se hizo el día que eligió jugar para Centenario- remató el Negro antes de reírse.
- No, hablando en serio Negro: ¿qué cábala le falló al Gato Araya?
- No se, lo único que se es que el puto es bueno en el arco. ¿Viste lo que atajó el otro día?
- Si, sacó todas el hijo de puta. Si no fuera por él hubiéramos ganado fácil.
- La verdad es que yo nunca vi a un arquero atajar tanto en un solo partido. Mirá que fui muchas veces a la cancha pero nunca en mi vida vi una cosa igual.
- Increíble loco. Y eso que ya es un tipo grande. Debe andar cerca de los 40- arriesgó una cifra el Pacu.
- Por eso te digo loco hay que hacer algo ¿Sabés lo que va a hacer aguantar las gastadas? Y lo pesados e insoportables que se van a poner el Jeringa y el Topo- dijo el Negro llevándose las dos manos a la cabeza.
- No, yo pido licencia en el trabajo y me voy a la mierda- contestó el Pacu haciendo movimientos cortitos con la cabeza de un lado para el otro-. Desaparezco loco.
- Claro, vos hacés la fácil. Te podés ir pero yo no puedo, ¡la puta madre que lo parió!- rezongó el Negro golpeando la mesa con el puño cerrado de la mano derecha. El estruendo hizo que todos miraran hacia ellos. El Negro se hizo el distraído moviendo la cabeza como un limpia parabrisas buscando el origen del ruido pero nadie le creyó.
Giovanni aguardaba apoyado en el mostrador que la bibliotecaria le dijera donde estaba la colección de los diarios Las Noticias. Al escuchar el estruendo del puño contra la mesa, hizo seña moviendo la cabeza para atrás como preguntando si pasaba algo. El Negro levantó los hombros y mostró las palmas de las manos como diciendo que no pasaba nada.
- ¿Negro?
- ¿Qué querés Pacu ahora?, le respondió con fastidio el Negro.
- ¿No sentís nada?
- No, ¿qué pasa?
- Me recontra cagué.
- No… pero que hijo de puta que sos. Ahora vas a ver- lo amenazó el Negro mientras se ponía de pié arrastrando las patas de la silla para que el ruido atraiga la atención de la mujer que leía un par de mesas más allá. Cuando la mujer miró, el Negro esbozó una sonrisa y la llamó:
- Señora, señora, ¿puede venir un segundo?
- No seas hijo de puta Negro- le susurró por lo bajo el Pacu.
- Si señora, un segundo nada más. Acá el muchacho tiene una duda y le quiere hacer una pregunta.
El Pacu estaba sentado de espaldas a la mujer y no podía ver que se acercaba. Giró la cabeza y vio que venía. La cara se le transformó. Comenzó a tomar un tono rojizo mientras por lo bajo maldecía y bañaba de insultos al Negro. Cuando la mujer estaba a menos de dos metros arrugó la cara y se detuvo bruscamente. Pegó media vuelta y se volvió a su asiento sin decir nada. Cuando llegó a su lugar lo miró al Negro que todavía estaba parado y con tono muy descortés le dijo: "Que venga él y me pregunte acá". No terminó de decir eso que el Pacu estiró el pie y por debajo de la mesa le metió un puntinazo cortito en la canilla al Negro.
- Vengan vamos para la sección diarios y revistas- los interrumpió Giovanni.
Los tres juntos enfilaron hacia el fondo de la biblioteca. Se dividieron la tarea de búsqueda, la que sólo duró un par de minutos.
- Acá está. Lo encontré- le dijo el Negro al Pacu mientras sacaba el tomo del estante.
- ¡Gio vení, el Negro lo encontró!- gritó ansioso el Pacu haciéndole señas con la mano sin dejar de mirar el tomo que ya tenía entre sus manos el Negro.
- Shhhh boludo, estamos en una biblioteca- lo retó Giovanni.
- Ahhh perdón che -contestó el Pacu buscando complicidad con el Negro-. No levantemos la voz esto es un ámbito… cómo se dice… un ámbito de intelectuales.
- Pero porque no te vas a lavar el culo a la plaza- lo cargó el Pacu.
- Después si querés voy pero ahora vamos a revisar esto- le respondió Giovanni enfilando hacia la mesa de lectura.
- Negro ¿qué buscamos?- preguntó el Pacu.
- El diario del lunes 7 de julio.
- ¿Qué número dijiste?
- El lunes 7.
- Te escupí.
- Por escupidor estás acá conmigo ¡pajero!- le dijo enojado el Negro.
Giovanni dejó el tomo arriba de la mesa. A su lado se acomodaron, ansiosos, el Negro a la derecha y el Pacu a la izquierda. Los tres, parados frente a la mesa, contemplaron por unos segundos el libro. Los movimientos se parecían a los de una ceremonia religiosa. Como si estuvieran venerando un objeto místico.
- Llegó el momento tan esperado- bromeó Giovanni y se inclinó hacia la mesa. Se puso saliva en el dedo índice de su mano derecha y empezó a pasar una a una las páginas de los diarios del mes de julio de hacía 23 años. Al llegar a la edición del lunes 7 de julio vieron en la tapa una enorme foto de los jugadores de Nacional festejando el título que le acababan de ganar a Centenario.
- No puede ser, no está- gritó con bronca y cara de preocupación Giovanni.
- ¿El qué no está?- balbuceó el Pacu
- Alguien arrancó la hoja- volvió a gritar Giovanni.
- ¿Estás seguro?- preguntó el Negro.
- Si boludo, ves que salta de la 19 a la 23. Faltan las páginas 21 y 22- dijo con tono trágico Giovanni.
- Y ahora cómo vamos a saber lo que le pasó al Gato Araya ese día- dijo el Pacu desconsoladamente.
- Nunca lo van a saber- respondió una voz femenina que retumbó en los oídos de Giovanni, el Negro y el Pacu. Cuando se dieron vuelta, la vieron. Parada frente a ellos con su pollera negra hasta los tobillos y la camperita de lana.

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