31 de agosto de 2006

Efecto, o como pegarle a la pelota para engañar al portero

Pueblo chico, infierno grande, y nunca tan bien dicho. Esto que te voy a contar sucedió en un pueblito perdido en el medio de la llanura pampeana. Uno de esos lugares en donde nunca pasa nada y tal vez, esa sea la noticia.
Estaba de paso por La Pampa y el auto dijo basta justo en la entrada de ese pueblo que se llamaba Cayupán. Obligado me tuve que quedar a solucionar el problema mecánico. Era la hora de la siesta. Tenía que esperar que el taller abriera, entonces pensé: uno de los clásicos en un pueblo chico, es un bar o una confitería, donde se juntan a charlar de lo que pasa y también de lo que no pasa. Algunos hablan de los problemas que tienen, de los que no tienen y de los demás, otros intentan arreglar el país, unos pocos hablan de ellos mismos, muchos hablan de todo y todos hablan de fútbol.
Me fui para el primer y único bar que encontré abierto. Era el clásico de todas las siestas en Cayupán: ir al Bar del "Tío Lu", jugar un chinchón o un siete y medio, tomarse algo y opinar de todo, pero por sobre todas las cosas, opinar de fútbol.
Nicanor, cantinero toda su vida, era uno de los personajes en el pueblo. Como único dueño del Bar, estaba siempre en una disyuntiva: le gustaba demasiado jugar a las cartas, pero tenía que atender el boliche. El vicio por jugar había hecho del bar un autoservicio, porque si querías tomar algo, no había nadie que te atendiera. Desde la mesa de chinchón, Nicanor te preguntaba: ¿Qué buscás?. Y te decía que te sirvieras vos mismo.
Es increíble la cantidad de anécdotas que uno se puede enterar una tarde en un pueblo. Según me dijeron, Nicanor tenía arriba del mostrador una lista con la cuenta corriente de los clientes que le debían. Escrita en un papel madera, todo doblado. Algunos, aprovechando una partida de chinchón reñida, se paraban en el mostrador al lado de las anotaciones y se borraban la cuenta como si la hubiesen pagado. Nicanor nunca en su vida dijo nada de esto. "Se hace el distraído. El sabe que hacen eso, pero lo que pierde ahí lo recupera con unos trucos que le enseñaron uno cantineros amigos", me contaron.
Supuestamente le habrían dicho: "Mirá Nicanor, para que te vaya bien en este negocio tenéis que seguir ciertas reglas o trucos, como más te guste llamarlo". Resulta que hay un montón de bebidas que son parecidas, pero que el precio no es el mismo. De ahí que lo que hacía era mezclarlas para rebajarlas, como hacen algunos tamberos "vivos" que rebajan la leche con agua. Entonces en el Bar del "Tío Lu" el whisky era mitad whisky y mitad doble v; las botellas de vino nunca estaban cerradas, porque les ponía vino de la damajuana. Y así con un montón de bebidas más. Pero la gran "diferencia" la hacía con los vasos. Estos tenían la particularidad de empezar con un borde de vidrio fino, pero a medida que se acerca el fondo el gruesor del vidrio aumenta y se achica la capacidad del vaso. Por toda estas cosas y otras, es que Nicanor hacía la vista gorda con la lista de deudores.
La verdad es que llegué al bar en el mejor momento, porque el tema excluyente de ese Sábado 5 de Octubre de 1966 era el clásico local, entre Chumbita y Deporgol, que se jugaba el domingo. Además del partido, de lo que se hablaba era de la contratación de un jugador del que todos hablaban y yo sentado sólo a unos metros de la discusión no podía saber de quien se trataba. Pero tenía la sensación de que hablaban de una persona que yo conocía. Hasta que entró al bar el comisario, Benito Gutierrez y le preguntaron si lo conocía al jugador de fútbol Juan Vicente. A pesar de que el comisario dijo no conocerlo, yo sí que lo conocía y muy bien.
El "Rosca" Vicente o el hombre de los tres nombres, porque se llamaba Juan José Vicente, era muy conocido en la zona de Córdoba y por lo que pude escuchar lo había contratado Chumbita para jugar solamente la final de la liga contra Deporgol. Algo parecido a lo que hizo Boca cuando trajo al delantero del Flamengo de Brasil, Gaucho y a la vieja Reinoso para jugar la final contra el Newell’s del "Loco" Marcelo Bielsa en el año 1991. Pero en Cayupán, esa tarde, nadie lo conocía, sólo eran rumores que habían llegado al pueblo.
"Me dijeron que juega de enganche", dijo un petiso cabezón, mientras repartía las cartas para arrancar otra mano de chinchón.
Nicanor, sentado en la mesa, comentó que era un gran lanzador. "Le pega a la pelota como los dioses!!!", agregó mirando para el mostrador tratando de ver si había alguien a quien atender. Además dijo que le habían llegado comentarios de que le pega con precisión y con una comba increíble. Para afirmar más este comentario, saltó uno con cara de turco y dijo que era impresionante el chanfle que le daba a la pelota con cualquiera de los dos empeines. "Ese vino a robar", exclamó uno que estaba parado relojeandole las cartas a Nicanor.
Como no podía faltar, saltó uno bien diplomático que no se cansaba de decir que había que verlo jugar y después hablar.Nadie sabía porque le decían el Rosca.
La discusión iba subiendo de tono hasta que no aguanté más y les pegué el grito: "El rosca Vicente no puede jugar el domingo".
Se hizo un silencio de sala velatoria, que debe haber durado tres o cuatro segundos. Esperé que todos me miraran y un poco más pausado e impostando la voz les volví a repetir: "Escucharon bien, el ´Rosca´ Vicente no puede jugar mañana".
Algunos me miraron mal, como sapo de otro pozo. Pero como había dicho algo muy importante no dijeron nada, hasta que un enano de gorra me gritó: "¿Y por qué el rosca no puede jugar?"
"Si me pagan un vino les cuento". Y ahí nomás me invitaron a la mesa para que les explique lo del tal "Rosca".
De pronto como quien no quiere la cosa me encontraba siendo el centro de atracción del bar, así que apelando a mi picardía, y mientras me acomodaba en la silla lo miré al enano de gorra que estaba acodado en el mostrador y le dije: "Dos de dulce... ... y un vino, paga el hombre". Nicanor, no dijo nada y enseguida autorizó el pedido. (Vos seguro que no sabés pero dos de dulce significan empanadas de dulce de batata, muy tradicionales en los bares de pueblo).
Espere que todos se acomodaran y comencé a contarles porque "El Rosca" Juan José Vicente no podía jugar ese domingo para Chumbita contra Peporgol.
Sucedió algo extraño con el Rosca, por lo que escuché ustedes no lo conocen. Tengo que decirles que es el mejor tipo que le pega a la pelota. No hay nadie que se le parezca. No tiene un remate muy potente, pero tiene una precisión admirable. Le da una comba a cada remate que engaña a todo el mundo.
Una cosa es que yo les cuente y otra es verlo. Su remate más famoso es la vivorita o el doble efecto. La pelota hace una doble comba que los arqueros quedan desparramados y sin saber que hacer. Un amigo me contó que el secreto esta en los dedos del pie. La verdad es que nadie sabe como hace. Cada vez que le preguntan el "Rosca" siempre contesta la mismo: el viento... fue el viento.
Debe andar por los 35 o 36 años, el último partido lo jugó hace dos semanas en Córdoba, le dio el título a las Guasquitas de Villa María. Venía de jugar en un equipo boliviano. Allí era muy famoso, sobre todo en la Paz. Fue el único tipo que en la altura hacía doblar la pelota, era maravilloso. Para el no había ni presión, ni gravedad, ni altura que lo molestara. Soluciona todo con la zurda mágica que tiene.
Tuve la suerte, me parece, de estar en el último partido del Rosca. Jugaban la final Las Guasquitas y Cuyaso, el partido estaba cero a cero, el "Rosca" estaba en el banco de suplentes, se encuentra en el ocaso de su carrera y una lesión no lo deja ponerse bien físicamente. Aunque la pegada la tenía intacta. Así que el técnico había estado esperando un tiro libre cerca del área para hacerlo entrar, convertir el gol y ganar el título. La cosa es que el partido se terminaba y las Guasquitas tenia 2 jugadores expulsados por simular faltas cerca del área y 6 amonestados por tirarse.
Faltaba jugarse un minuto de los dos que había adicionado el árbitro, cuando un defensor de las Guasquitas rechazó una pelota, picó un delantero, hubo una desatención entre el número dos y "el gato" Amaya, arquero de Cuyaso. Entonces el número nueve se fue solito, hizo la gambeta larga y el arquero lo desestabilizó de un manotazo. En vez de gritar penal, todos miraron al banco de suplentes y gritaron: ¡¡¡El Rosca!!!. ¡¡¡Que entre el Rosca!!! Era el momento esperado por todos. Vicente, tipo conocedor de esto, se levantó del banco de suplentes y como quien va a hacer un mandado se dirigió al área en busca de la pelota.
A pesar de que en el equipo de las guasquitas había un zaguero que se llamaba el Aranda, que le pegaba con un fierro y tenía como 15 o 16 penales pateados y todos convertidos, nadie dudaba de que el penal lo iba a patear el "Rosca".
Un jugador de las Guasquitas se retiró para dejarlo ingresar. La hinchada de las Guasquitas ya festejaba, mientras que la de Cuyaso no lo podía creer y comenzaba a abandonar el estadio.
Era gol seguro, porque a pesar de que en el penal la distancia con el arco es corta, el "Rosca" le daba tanto efecto a la pelota que si uno miraba el penal del arco contrario y el tiro iba esquinado, la pelota salía del arco y cuando parecía que se iba afuera, doblaba y se metía pegadita al palo. Los arqueros se resignaban ante el efecto que le aplicaba a la pelota.
La cosa es que el "Rosca" puso la pelota en el punto penal, retrocedió cuatro pasos y con las manos en la cintura, miró hacia donde estaba el árbitro como diciendole "dale, da orden que no tengo todo el día".
Los jugadores de Cuyaso no se pusieron en el borde del área, resignados se habían amontonado en el círculo central, mirando para el túnel con más ganas de irse a las duchas que quedarse. Mientras los muchachos de las Guasquitas se preparaban para ir a abrazar a su ídolo.
El juez dio la orden y Juan José "El Rosca" Vicente amacó su cuerpo y caminó los cuatro pasos que lo separaban de la pelota.
Yo que lo había visto patear, no noté ninguna diferencia, le entró como siempre lo hacía. Pero el remate esta vez fue al medio del arco, en donde "El Gato" Amaya se había quedado parado como para ver mejor el gol. De ser un espectador de lujo, Amaya vio venir la pelota a media altura, a unos centímetros de su rodilla derecha.
El silencio que había en el estadio se potenció. Nadie podía creer lo que iba a suceder. "El Gato" Amaya le ataja el penal al "Rosca" Vicente.
Los hinchas de las Guasquitas que habían roto el alambrado y entraban corriendo a la cancha a festejar, se frenaron sin saber que hacer. El ídolo que iban a llevar en andas, comenzaba a transformarse en el tipo que les arruinaba la fiesta. Algo había que hacer, si no había festejo tenía que haber un ajusticiamiento para el culpable, por haber errado el penal.
En ese momento "El Gato" Amaya dio un paso para adelante bajó los brazos y tomó la pelota con las dos manos.
Antes de que "El Gato" contenga el penal, ya se había iniciado la cacería del Rosca Vicente, porque se conocía el desenlace de la jugada ante la debilidad del remate.
Yo que debería ser uno de los pocos tipos imparciales que había en la cancha, no podía entender la actitud del Rosca, ya que estaban a punto de desarmarlo a golpes, y él como si no hubiera pasado nada. Se dio vuelta, vio venir el malón e hizo un gesto con las dos manos: Paren, che!!!. Acá no pasa nada. Ya la va a soltar. Esta todo bien, esperen. Ya la va a soltar.
Mientras los jugadores y los hinchas de las guasquitas iban haciendo cola para pegarle al "Rosca" y quebrarle tres costillas, la clavícula, un tobillo, el peroné y la tibia; "El gato" Amaya con la pelota en las manos hizo un paso al costado para esquivar el tumulto e intentó sacar rápido para los compañeros que estaban en la mitad de la cancha.
"¡¡¡Ehhh, pará viejo!!! -fui interrumpido en mi relato por el comisario Gutierrez- Vos dijiste que ´El Rosca´ le había dado el campeonato a las Guasquitas. ¿Cómo puede ser, si le atajaron el Penal?"
Esperen no sean impacientes, dejenmé terminar porque la jugada continuó. "El gato" Amaya, como les conté, intento sacar rápido de sobrepique, como lo hacía siempre. Pero cuando le quiso pegar a la pelota, después del pique en el suelo, no pudo y sólo pateo el aire. Es que el efecto, que le había dado "El Rosca", tomó impulso cuando la pelota picó y se fue mansamente adentro del arco. Fue como si el efecto hubiera estado dormido y el pique en el suelo lo despertara.
Lo que pasó después fue que nadie se había dado cuenta de lo que había pasado. La pelota adentro del arco; el árbitro marcando el centro de la cancha convalidando el gol; los jugadores de Cuyaso no entendían como el penal atajado no era atajado y los hinchas y jugadores de las Guasquitas le seguían pegando al Rosca.
Cuando se dieron cuenta de que habían ganado el campeonato, levantaron al "Rosca" en andas y comenzaron a festejar. A todo esto Juan Jose "El Rosca" Vicente antes de desmayarse a causa de los golpes, solo atinó a preguntar: ¿la soltó? ¿Soltó la pelota?...

Pabloc

No hay comentarios: